jueves, 22 de marzo de 2018

Un Poco Más Rojo

Por: Laura López Rivera 
Temática libre



Tiempo atrás había escuchado de un proyecto que pretendía llevar personas a Marte. Yo no era el más apto y tampoco estaba seguro de querer realizar ese viaje sin retorno; aún así, me presenté. En un principio creí que todo sería un juego que olvidaría con el pasar del tiempo o que, simplemente, el proyecto no avanzaría. Pero, en realidad, no era tan descabellado. Si llegar a la luna fue posible en los sesenta, esto, que iniciaría con un viaje de dieciocho meses, era viable. Pensarlo me emocionaba: ser el primer humano en pisar Marte.

Seleccionaron a cuarenta participantes el primer año. Yo era uno de ellos. Desde ese momento mi vida cambió, todo era un juego mediático, éramos individuos como cualquier otro y eso atraía a la gente. Atrás quedaba la imagen del astronauta preparado de Cabo Cañaveral, éramos nosotros, era yo; con miedo, con inseguridad y sin nada extraordinario que ofrecer.

En el 2016 se envió el primer satélite de comunicaciones, para ese momento ya estábamos seleccionados los veinte tripulantes. Dos años después, partió un móvil planetario que hizo las exploraciones necesarias para encontrar el lugar en donde se asentaría la colonia. Después se enviaron las unidades de vivienda y los suministros. Una vez todo listo, estaba planeado enviar a dos personas cada diez meses. Solo faltaba el sorteo que designaría a los dos primeros en viajar.

El día del sorteo no podía parar de temblar. Fui el primer elegido. A finales del 2019, había llegado la hora, todo el planeta estaba a la expectativa del lanzamiento. Creo que fue en abril del 2022 cuando observamos por primera vez al planeta en todo su esplendor.  Había llegado el gran momento. Descendimos. Fue un gran Reality, un largo viaje y un reto tecnológico; para mí tan solo era un desierto un poco más rojo que los de la tierra.

Han pasado dieciocho años, no sé si alguien sigue viendo esto. Espero que sí. Ya estamos completas las veinte personas que conformamos la colonia, mi ventana da a un horizonte desierto, mi día dura cuarenta minutos más, todos saben quién soy. ¿Pueden escucharme? ¿Alguien me ve? ¿Están ahí? No hay nada que pueda hacer. Esta es la plenitud del abandono. ¿Me escuchan? Tan solo quiero un poco de humanidad. ¿Existe la vida en Marte? No lo creo.

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