Temática libre
La tía Ana siempre fue de los afectos de toda la familia.
Por eso, cuando murió como consecuencia de una diabetes crónica, todos la
lloramos copiosamente. Quizás el mayor motivo de dolor fue el hecho de que la
tía Ana perdió su pierna derecha poco antes de morir. Los médicos amputaron la
pierna en un intento desesperado por salvarle la vida, pero al final no sirvió
de nada. Muchos de sus familiares llegamos a creer que no valió la pena ese
último procedimiento, porque dado el resultado, hubiera sido mejor tenerla
completa para sus exequias.
Será por eso que Fernando se decidió a intervenir. Prometió
solemnemente a las hermanas y a los hijos de Doña Ana que recuperaría la pierna
del hospital y la traería para el último adiós. Los que conocemos a Fernando
entendimos que esa promesa iba a ser cumplida a toda costa. Los que no le
conocían pensaron seguro que era una fanfarronada, consecuencia de la
situación. Pero Fernando no dio mucho pie a las dudas y se puso en acción de inmediato.
Contactó a la gente del hospital, y previo pacto clandestino sobre una cantidad
adecuada, se acordó que Doña Ana iba a ser enterrada con su pierna.
La cosa es que no era posible que Fernando saliera del
hospital con la pierna de la tía debajo del brazo. Fue necesario elaborar un
plan completo para poder rescatar la parte faltante del cuerpo de la occisa. Al
final se acordó que Fernando se ubicara en una pared por fuera de los linderos
del hospital, que limita justamente con aquella sección del parqueadero que no
tiene cámaras y que además permanece más bien sola. Uno de los funcionarios del
hospital, participante de la conjura, habría de lanzar la pierna por encima de
la tapia del parqueadero a las 11:15 p.m. exactamente. El problema es que
Fernando no entendió bien las instrucciones de los empleados del hospital y se
ubicó a unos veinte metros de distancia de donde efectivamente cayó la pierna.
Afortunadamente la parte faltante del cuerpo de Doña Ana estaba envuelta en
periódicos y plástico, de modo que aparte de la obvia consternación de
Fernando, la cosa no pasó mayores.
El día del entierro de la tía Ana, Fernando fue el héroe. No
hubo muchas preguntas. Se sobreentendía lo delicado y difícil del proceso de
rescate de la pierna, de modo que nadie se detenía en el embarazo de los
detalles. Pero eso no evitaba que Fernando fuese el centro de atención. Más parecía
aquello su cumpleaños o una fiesta sorpresa en su honor, que el entierro de la
tía. La cosa estuvo más o menos así hasta que el hijo mayor de Doña Ana puso en
voz viva lo que todos los demás estábamos pensando: Que sería bueno ver el
cuerpo completo, que la aventura de Fernando tenía que ser refrendada con una
última vista de la tía completita.
Como si hubiera sido planeado con anterioridad, un par de
empleados de la funeraria desacoplaron sin mucho esfuerzo la tapa superior de
la caja en la que reposaba la tía, que poseía una ventana pequeñita para ver el
torso y la cara del difunto, lo cual sería lo estándar en estos casos.
Inmediatamente el cuerpo completo de la tía quedó expuesto, las miradas
estupefactas y las cejas levantadas empezaron a apuntar alternativamente al
ataúd y a Fernando. La pierna derecha de la tía Ana era más morena y estaba
veinte centímetros más larga que la izquierda.
Me gustó mucho, excelente muestra de humor negro
ResponderEliminarcomo hago para votar??
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