viernes, 16 de marzo de 2018

El Origen de los Genios

Por Laura Sofía González Rivero
Temática libre


La India. 300 A.C. Confundida y con la cabeza embotada. Así despertó Neisha, la joven mujer adquiriendo consciencia de la realidad de manera lenta y aletargada, descubriendo que un fuerte dolor se había instalado como si nada en su cabeza en forma de continuas y molestas punzadas.

La bruma le invadió, pues poco o nada recordaba de la noche anterior. Una fiesta, sí. Sus padres vigilándole como siempre, esperando que su comportamiento no fuese nunca menos que recatado y encantador. Después de todo, era una dama, y así era como debía actuar.

Salió de su ensimismamiento al sentir movimiento, ella girando la cabeza y viendo con horror al que había sido su anfitrión la noche anterior, él apaciblemente dormido entre las finas y coloridas cobijas. Primero estuvo paralizada, y luego saltó de entre las cobijas con torpeza, catapultada por un imaginario resorte y trastabillando como un cervatillo asustado, tan confundida como aterrorizada.

El hombre despertó entonces, y cuando sus miradas se cruzaron, él solo pudo sonreír, el gesto reflejando condescendencia y cierto dejo de vergüenza, como si todo aquello no fuese algo más que un pequeño y embarazoso error del cual se reirían en algún futuro cercano.

Abrió la boca para decir algo, sin embargo, el sonido quedó atascado en su garganta al tiempo que la puerta se abría, ella estremeciéndose mientras se giraba. Sintió que el color se le iba del rostro al ver a la que era la esposa de con quien hubiese despertado, la expresión de la otra mujer tornándose con rapidez en una mueca de enojo.

Era una bruja, recordó Neisha los rumores entonces, retrocediendo hasta chocar con una pared. El hombre estaba mudo ante la presencia de su mujer, por supuesto, y no hizo nada cuando su esposa recortó de dos zarpazos la distancia que le separaba de la que, presumía, era la amante de turno de su marido.

“Lo siento” alcanzó a murmurar Neisha con voz entrecortada, muerta de miedo y llena de desesperación. “Todas lo sienten” fue la escueta respuesta recibida, la bruja agarrando una ostentosa lámpara que adornaba el nochero.

Neisha se encogió sobre sí misma, esperando la muerte que nunca le llegaría. Por el contrario, la bruja la encerró en aquel objeto como castigo.

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