viernes, 23 de marzo de 2018

El Hombre Indeciso

Por Mateo Gaviria Morales
Temática libre


Érase una vez, no hace mucho tiempo, el hombre indeciso daba su primer llanto, aún empapado de las entrañas maternas con las cuales se había desarrollado por un largo periodo de tiempo, apenas estaba acariciando, más bien, rasgando sus primeros momentos de lo que se le considera “vida”. Sin embargo, en el momento del milagro hermoso del nacimiento también ocurre algo horrible, una máxima  que no podía violarse, una regla insuperable de la que muchos, tristemente, estaban conscientes, su vida comenzó, pero en consecuencia, su vida también se apagaría, acabará, será aplastada por la insuperable mortalidad humana, para cuando el hombre indeciso se percató de esto en aquella realidad, le provocó un nudo en la garganta, un revoltijo en el estómago, unas náuseas fuertes las cuales lo obligaron a sentarse, no era para tanto, pero el joven hombre indeciso no lo veía de esa forma, claro que no, para él esa idea era horrible, la asquerosa sensación de pensar en la no existencia solo le provocaba odiar la realidad a la que estaba sujeto.

Ante esta situación postrada ante el inteligente hombre indeciso (ese adjetivo solo lo había usado el psicólogo del hombre a su madre) solo tuvo la opción de pensar, desde muy joven, demasiado joven para eso, pensó en lo que haría, a lo que se dedicaría, el tiempo aproximado que le quedaba antes del amargo e ineludible final, pensar fue lo único que hizo en mucho tiempo, llegando a la conclusión (después de varios años de ejercicio mental) que tomaría el mejor camino posible para lograr vivir de la mejor manera, la mejor casa, la mejor mujer, el mejor peinado, la mejor vida.

¡Pero como es de cómica la enferma realidad del hombre indeciso!, no escogía por miedo a no ser la “mejor” decisión, esto junto a su manía de pensar excesivamente, lo convirtió en un enfermo, alguien que no sin capacidades, de tomar las riendas cuando se debía, solo es un degenerado, un discapacitado, un poco deseable por cualquier persona cuerda.

Para cuando esa joven, atractiva y eufórica chica le pidió una cita para “sentar cabeza” su reacción fue, así es, pensar, No estaba seguro - “¿Hay alguna mejor?”- se dijo a él mismo en su cabeza, eventualmente la atractiva, eufórica y joven chica se colerizó y se cansó de él. Con el pasar del tiempo, este modus operandi no cambió al escoger su carrera (su cupo fue suspendido), no escogió si estudiar o trabajar (terminó por “pensar” en casa), para cuando su padre y madre murieron no sabía qué hacer con la herencia (la perdió por artimañas del banco), y así la pasó el inválido hombre indeciso el resto de su vida, ¡pero mira!, aún no estaba seguro de lo que iba a hacer para arreglarlo y le tomaría tiempo decidirse qué hacer al respecto.

Ahora, allí estaba el hombre indeciso, en la calle, sin nadie a su lado, calvo, casi muerto, pero aún seguía pensando, no hizo nada en su vida y ahora en el umbral de la muerte no haría nada, tal vez un - ¡Toma las riendas! - o - ¡Pasa a la acción! - hubiera servido de algo, ahora daba igual.

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