Temática libre
Érase una vez, no hace mucho
tiempo, el hombre indeciso daba su primer llanto, aún empapado de las entrañas
maternas con las cuales se había desarrollado por un largo periodo de tiempo,
apenas estaba acariciando, más bien, rasgando sus primeros momentos de lo que
se le considera “vida”. Sin embargo, en el momento del milagro hermoso del
nacimiento también ocurre algo horrible, una máxima que no podía violarse, una regla insuperable
de la que muchos, tristemente, estaban conscientes, su vida comenzó, pero en
consecuencia, su vida también se apagaría, acabará, será aplastada por la
insuperable mortalidad humana, para cuando el hombre indeciso se percató de
esto en aquella realidad, le provocó un nudo en la garganta, un revoltijo en el
estómago, unas náuseas fuertes las cuales lo obligaron a sentarse, no era para
tanto, pero el joven hombre indeciso no lo veía de esa forma, claro que no,
para él esa idea era horrible, la asquerosa sensación de pensar en la no
existencia solo le provocaba odiar la realidad a la que estaba sujeto.
Ante esta situación postrada
ante el inteligente hombre indeciso (ese adjetivo solo lo había usado el psicólogo
del hombre a su madre) solo tuvo la opción de pensar, desde muy joven,
demasiado joven para eso, pensó en lo que haría, a lo que se dedicaría, el
tiempo aproximado que le quedaba antes del amargo e ineludible final, pensar
fue lo único que hizo en mucho tiempo, llegando a la conclusión (después de
varios años de ejercicio mental) que tomaría el mejor camino posible para
lograr vivir de la mejor manera, la mejor casa, la mejor mujer, el mejor
peinado, la mejor vida.
¡Pero como es de cómica la
enferma realidad del hombre indeciso!, no escogía por miedo a no ser la “mejor”
decisión, esto junto a su manía de pensar excesivamente, lo convirtió en un enfermo,
alguien que no sin capacidades, de tomar las riendas cuando se debía, solo es un
degenerado, un discapacitado, un poco deseable por cualquier persona cuerda.
Para cuando esa joven,
atractiva y eufórica chica le pidió una cita para “sentar cabeza” su reacción
fue, así es, pensar, No estaba seguro - “¿Hay alguna mejor?”- se dijo a él
mismo en su cabeza, eventualmente la atractiva, eufórica y joven chica se
colerizó y se cansó de él. Con el pasar del tiempo, este modus operandi no
cambió al escoger su carrera (su cupo fue suspendido), no escogió si estudiar o
trabajar (terminó por “pensar” en casa), para cuando su padre y madre murieron
no sabía qué hacer con la herencia (la perdió por artimañas del banco), y así
la pasó el inválido hombre indeciso el resto de su vida, ¡pero mira!, aún no
estaba seguro de lo que iba a hacer para arreglarlo y le tomaría tiempo
decidirse qué hacer al respecto.
Ahora, allí estaba el hombre
indeciso, en la calle, sin nadie a su lado, calvo, casi muerto, pero aún seguía
pensando, no hizo nada en su vida y ahora en el umbral de la muerte no haría
nada, tal vez un - ¡Toma las riendas! - o - ¡Pasa a la acción! - hubiera servido
de algo, ahora daba igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario