Temática libre
Todos los días ese
maldito pájaro rojo picoteaba la ventana del salón, mis amigos y el maestro
parecían no verlo, o no notarlo tanto como yo. Entonces intenté averiguar las
razones que podía tener un ave para molestar una ventana a diario, a la misma
hora e incesantemente.
Luego de no tener información relevante descubrí que no era un comportamiento
normal. Concluí que ese animal golpeaba el vidrio por simple fascinación.
La primera vez que
apareció fue en cuarto grado, mi primera impresión fue de sorpresa, pero el ave
me seguía al salón donde vería mis clases cada año. Entonces llegó a ser algo
inquietante, pues no podía evitar sentirme observado a cada momento. Creía que
alguien estaba muy pendiente de mí, de lo que hacía y decía, por ello siempre
limitaba mis acciones frente al ave.
El trece de octubre de mi
séptimo grado escolar, el ave llegó como habitualmente lo hacía y al dar el
primer picotazo rompió el panel de cristal cayendo al suelo con mucha fuerza. Sus
líquidos y entrañas se mezclaron con los vidrios rotos en el suelo. Recuerdo
haber sentido un vacío profundo en mi cuerpo, un malestar que nunca había
experimentado y al mismo tiempo una sensación de libertad.
Al llegar a casa ese día,
mis padres no estaban, así que pasé toda la tarde solo, hasta que llegaron por
la noche, destrozados e hinchados en lágrimas
En la mañana, mis padres y mi hermano salían de casa a dar un paseo en el auto,
mamá había dejado al bebé en el césped para regresar por sus llaves mientras papá sacaba la camioneta. Al salir,
mi madre trató desesperadamente de detener el movimiento del móvil y con sus
puños desnudos había roto la ventana izquierda. Mi hermano había caminado hasta
el auto, desconociendo el peligro que significaba estar detrás de la máquina. El
ruido del motor no le permitió a mi padre escuchar los gritos de un bebé siendo
aplastado.
Un accidente muy trágico. Un acto en el que el pequeño protagonista resulta muy
malherido y cubierto con vidrio fragmentado.
Durante tres años quise
que el ave desapareciera. No sabía que estaba deseando la muerte de mi único
hermano.
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