jueves, 22 de marzo de 2018

El Pozo

Por: Jose Jesús Pacheco Cuavas
Temática libre 


Dos hombres terminaban su jornada de trabajo en una vereda, cavaban un pozo para proporcionar agua al nuevo colegio. A pesar de que la comunidad le dijo al ingeniero, que ahí no encontrarían agua, la excavación se llevó a cabo, haciendo caso omiso a los presagios de la gente. 

El viejo colegio aún permanecía en pie, primero debían hacer el pozo, para empezar con la construcción del nuevo, tengan en cuenta que los colegios de una vereda solo cuentan con un aula, los baños y a veces una cocina, así que no era una gran construcción. 

Los hombres se hospedaban en la casa más cercana, una familia de campesinos común y corrientes cuyos ancestros habían propulsado la construcción del viejo colegio. Los señores y digo señores porque pasaban los cincuenta, llegaron a la casa y se sentaron a contar historias, eran aproximadamente las 5:30, los taburetes rechinaban de lo viejo que eran y las gallinas empezaban a recogerse en un enorme árbol de tamarindo. Diagonal a los señores estaba un niño pequeño que poco entendía, pero aun así prestaba atención, tiempo después se daría cuenta que aquellos hombres hablaban burdeles y prostitutas. 

El sol se ocultó en el horizonte y la poca luz empezaba a llamar a los mosquitos, los hombres cambiaron de tema y uno dijo mientras se palmeaba el brazo. 

-Estas tardes tristes me recuerdan a Santiago Bajo, también cavé un pozo allá de unos 10 metros, estaba con el difunto Pedro Verona. 

-Conocí a ese cristiano -dijo el otro hombre-, murió de trombosis. -Que en paz descanse -dijeron a la vez. 

-Si, sucedieron cosas muy extrañas en ese lugar –refiriéndose a Santiago, un viejo pueblo olvidado por todos. 

El niño paró orejas y empezó a imaginar con detalle todos los sucesos... 

Dos hombres cavaban un pozo en condiciones similares que el que se hacía en el colegio. Quien cavaba era Pedro Verona y el hombre que contaba la historia sacaba la tierra con un balde, el pozo llevaba unos dos metros de hondo. el sol se fue atenuando de un momento a otro y un reloj de mano que se encontraba apoyado en el mango de la pala marcaba las 6:00 pm, todos saben que a esa hora ya se debe suspender las labores. Las seis de la tarde es una hora mala, dicen por ahí. Pedro dejo de cavar y se dejó caer en el fondo. En la superficie el otro hombre empezaba a recoger las herramientas y de la nada una mujer apareció. 

-Era hermosa como la virgen María -recordó. 

La mujer se acercó y le dijo al hombre. -tienes encendedor 

Y este respondió -yo no fumo. Mientras acariciaba el mechero marca tokai en su bolsillo. 

A estas alturas no sabe porque dijo eso, ya que se fumaba un paquete diario, quizás fue un aviso o un mensaje de Dios, yo que se… 

La mujer continuó su camino y desapareció a pocos metros del pozo. 

Pedro salió preguntando qué había pasado, el porqué su compañero estaba más amarillo que un gallo cuando no come maíz. 

Ansioso le contó todo y Pedro sonrió nerviosamente y le dijo. 

-Si le hubieras dado candela estaríamos muertos. 

Hubo silencio en la sala y al poco tiempo la mamá del niño trajo la cena. 

FIN. 

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