Temática libre
Ya no había ruido. Sus pasos
fueron en esta ocasión menos perceptibles, llegó a la puerta, la empujó
suavemente, aunque ya sabía que estaría sin seguro esperando a su llegada.
Cerró con rapidez, y en silencio, se acostó a su lado. Esta noche, giró sin
pronunciar una sola palabra y le entregó su amor en un solo beso. Pronto sus
manos se agitaron y la acariciaron, como ya lo hacían las de ella. Bastaron
unos pocos minutos para que se unieran como en las tres semanas anteriores.
Poco quedaba oculto cuando
estaban juntos, siempre sus labios y sus pieles se fundían completamente. Nada
importaba que ella fuera mayor y tuviera hijos o que él apenas fuera un
estudiante, la pasión los invadía siempre y los hacía iguales. Él, usualmente
callaba sus exhalaciones para no alertar a los durmientes de las habitaciones
cercanas, pero esta vez perdió los estribos y un pequeño gemido resonó contra
las paredes. Entonces, más veloz que antes, se puso la ropa, se percató de que
el pasillo estuviera desalojado y corrió hasta su cuarto. Se acostó en su cama
y suspirando se durmió profundamente.
A la mañana siguiente, muy
temprano, algunas voces se escuchaban por el patio y unos ruidos de quehaceres
perturbaron su descanso -algo muy usual en las mañanas del sábado- por lo que
no se alarmó y siguió durmiendo. Casi al medio día, el calor dentro de su
habitación era insoportable, por lo que se levantó y salió a hacerse algo de
comida. Un par de huevos revueltos, una arepa y su café preferido. Luego del
festín, fue caminando hacia el balcón, pero cuando iba en medio del pasillo,
notó la puerta abierta, la misma puerta que lo esperaba los días de semana para
custodiar sus encuentros. Se acercó temeroso y lo vio de inmediato, la
habitación estaba vacía. En la madrugada, ella, empacó las maletas, esperó la
llegada de su marido y como este le advirtió la tarde del día anterior antes de
salir para el trabajo, a la siete de la mañana, se fueron de la casa.
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