viernes, 16 de marzo de 2018

En Septiembre

Por Benherm Polijosef
Temática libre


Ya no había ruido. Sus pasos fueron en esta ocasión menos perceptibles, llegó a la puerta, la empujó suavemente, aunque ya sabía que estaría sin seguro esperando a su llegada. Cerró con rapidez, y en silencio, se acostó a su lado. Esta noche, giró sin pronunciar una sola palabra y le entregó su amor en un solo beso. Pronto sus manos se agitaron y la acariciaron, como ya lo hacían las de ella. Bastaron unos pocos minutos para que se unieran como en las tres semanas anteriores.

Poco quedaba oculto cuando estaban juntos, siempre sus labios y sus pieles se fundían completamente. Nada importaba que ella fuera mayor y tuviera hijos o que él apenas fuera un estudiante, la pasión los invadía siempre y los hacía iguales. Él, usualmente callaba sus exhalaciones para no alertar a los durmientes de las habitaciones cercanas, pero esta vez perdió los estribos y un pequeño gemido resonó contra las paredes. Entonces, más veloz que antes, se puso la ropa, se percató de que el pasillo estuviera desalojado y corrió hasta su cuarto. Se acostó en su cama y suspirando se durmió profundamente.

A la mañana siguiente, muy temprano, algunas voces se escuchaban por el patio y unos ruidos de quehaceres perturbaron su descanso -algo muy usual en las mañanas del sábado- por lo que no se alarmó y siguió durmiendo. Casi al medio día, el calor dentro de su habitación era insoportable, por lo que se levantó y salió a hacerse algo de comida. Un par de huevos revueltos, una arepa y su café preferido. Luego del festín, fue caminando hacia el balcón, pero cuando iba en medio del pasillo, notó la puerta abierta, la misma puerta que lo esperaba los días de semana para custodiar sus encuentros. Se acercó temeroso y lo vio de inmediato, la habitación estaba vacía. En la madrugada, ella, empacó las maletas, esperó la llegada de su marido y como este le advirtió la tarde del día anterior antes de salir para el trabajo, a la siete de la mañana, se fueron de la casa.

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