viernes, 23 de marzo de 2018

Jumping in the Swamp

Por Santiago Casas Casas
Temática Otro Idioma


"life is precious" always reminded me my grandmother, no matter what, she always manifested a calm face, just occasionally you could perceive a slightly gesture able to reflect a worry, something hidden she never dared to reveal to nobody, a reason I always wondered why but never had the  courage to ask for.  As days went by, in every stage of my life since being a kid to my current 35 years I never hesitated about looking for her in order to get inspiration, to feel comfortable, to breathe some clarity. Back in the days, all the times I could come to her house, I always found her with that amazing apron pastel coloured, cooking something special. She always said what she was cooking was only for me, that she felt I was needing another of her creations to make me feel better or enhance the excitement I already could had. Anyway, regardless the case, her astounding meals added up the magic to boost my life, but with the pass of several decades, she started to look tired, her eyes glistened every time a bit less and she lost the forces to go on with her favourite hobby: cooking. Nevertheless, even throughout her wrinkles and her white hair, the happiness seemed to remind intact.

Sometimes, I was ashamed about letting her to put up with my problems but she never minded, actually always she had a good story to pull me apart from bad feelings, but never gave me a direct advice, which was interesting because I always deducted them from these stories, I suppose the morals were so clear that she led them up to me to find them out and maybe apply something useful. She always looked after me but now it was me who had the responsibility of never let her feel not even by a second she was alone. Whether if it was rainy, cloudy, stormy, sunny, I didn't give a damn, cause it was way more important to be along her side, beholding her while going back and forth in her rocking chair, always with a landscape woven under his trembling hands, her new avocation: to weave utopian places while expecting the time to run out at all. She told me once she never aimed to have kids but despite of that, to have given the gift of life was the best thing she could have ever done, because nowadays the harvest was bloomed in front of her eyes: a successful grandchild full of love to give away with a great conscience about the meaning of being over this world.  Although she repeated it to me many times, I couldn't help but asking myself what she was intending to mean but I just smiled in each occasion though.

It was curious because I never went to university, I Never had a great amount of money neither went after it, I never had any children and it was always a fact for her that I liked other men but none of those things represented any barrier to her love and yet somehow she always trusted me blindly. Apparently, it was my own complexes and fears whose were heading me across confusion. Even when I made real mistakes, when I thought it might have been better to pass away, she held me and whispered softly: “it doesn't worth it my dear, death is going to come towards you sooner than later and it is better to think cool headed. At last you will end up desiring more time, the time you already have but maybe you aren't noticing". Those words, that sensation of human heat made me want to embrace life again like if it was her.

Lately, I have been repeating to my deep down that everything is going to be ok. I try my best to get rid of tears which start gushing up in my last visits and I hang onto my best countenance to run into her. I'm terrified, the idea of being without her in this world takes my breath away, but life goes on and there's nothing we can do. The other day I discovered in her small jewellery box a note, maybe she was planning to give me a last sort of guidance but forgot about bring it up, although since a while to now she stare at me as expecting something, and sometimes she even makes a grimace, but this time instead of a lost look sunk in a serious visage it seemed like a signal of security and satisfaction, like confirming throughout me what she was waiting for; perhaps it has something to do with that note :"being alive is about jumping joyful in the swamp".

¡Ayuda!

Por Kevin García Castro
Temática libre


Se me acabó el vino. La sobriedad prolongada me enloquecerá más rápido de lo que pensaba. El maldito teléfono de mesa no ha parado de sonar. Ya he oído golpes en la puerta y la voz de alguien gritando mi nombre. No creo que sean ilusiones; después de tantos días de encierro lo más probable es que me hayan estado buscando. No sé si escribo esto por simple voluntad, pero prefiero hacerlo para darme cuenta de que aún no he perdido la cordura.

Hace poco encontré un libro de hojas gastadas en mi biblioteca personal, un poco roídas por el comején que probablemente está carcomiendo el resto de los libros. Cuando comencé a ojear sus páginas me di cuenta que estaba escrito a mano y con tinta negra, que era de una caligrafía bastante buena, pero que no tenía título ni autor; se parecía más a un viejo diario personal. Mi martirio comenzó al leerlo. Noté que relataba en tercera persona y con asombroso detalle cada uno de los episodios de mi vida: mi niñez, mi adolescencia, mi familia, mis amigos, hasta mis recuerdos más reservados..., ¡todo! ¡Mi vida entera aparece retratada en el bendito texto! No sé quién demonios lo escribió. No recuerdo haber escrito algo parecido jamás, mucho menos relatar mi vida. Pienso que es imposible que alguien pueda conocerme tan bien, tanto como para escribir con severa coherencia mi pasado y revolcar todos mis recuerdos, además, a nadie le he contado semejantes cosas. Parece un maldito sueño. Lo peor de todo es que no he terminado de leerlo: me falta una página. Sé que es la última porque leo la palabra “fin”, centrada y en mayúscula, al terminar la hoja. Siento como si el escritor hubiera descansado después de una insaciable labor, como si comprimiera todo su vocabulario y sus fuerzas para culminar ese texto con un golpe de gracia, tan certero y fulminante como esa simple palabra de tres letras. Pero no me atrevo a seguir leyendo, porque el párrafo en el que voy predice exactamente estos días de paranoia y desesperación que estoy viviendo. Temo a que esa última página relate el final de mi cordura, o la sentencia de mi vida. Pero tengo que terminar con esto, cuando decida leer la última página y resuelva esta inquietud que me carcome como esos insectos lo han hecho con mis libros.

Si está leyendo o escuchando esto, dese cuenta de que tal vez hayan sido mis últimas palabras y ya nadie pueda hacer algo por mí, quizá sea lo mismo que el autor de ese texto quería que yo escribiera. En ese caso, usted ya también hace parte del final de mi historia.

Natura

Por Stiven Espinosa Zapata
Temática libre


Después de recorrer un mundo de travesías y un sinfín de sucesos, el osado aventurero con el brillo en los ojos regresó cabizbajo. En su partida no supe lo que buscaba fuera mis dominios, pero en su retorno le fue más fácil encontrarme. Le pregunté sobre lo que estaba buscando.

—Busco el apoyo del poder de los dioses —. Su mirada estaba desecha por el cansancio y la decepción.

—Soy un dios por la vastedad que puedo controlar —le dije luego de escuchar las razones por las que emprendió su trágica senda.

—No te vi siendo dueño de la grandeza de este mundo, parece que hay otros más grandes que tú.

—Sólo hay uno más grande que yo y que todos, y es este mundo—. Al final no supe si lo comprendió, pero el mensaje le fue dado. Creer que este mundo es de un dios tempestuoso, o que la tempestad es debido al dios, es creer que los planos abnegados por el río son poder de los hombres.

Soy dios porque regulo donde viven los hombres. Pero diosa es la naturaleza, incontenible en su totalidad, que necesita de varios dioses que estén prestos a cuidar de sus pequeñas creaciones. La tempestad en el cielo y en el mar, los desastrosos vientos y luego ver la montañas explotar, no es muestra de nuestro poder, sino de nuestra debilidad, soy dios en lo que puedo controlar.

Arcada de Farsalia

Por Jorge Moncayo
Temática libre


Y en la costa de Alejandría, descendiendo de una modesta barca, estaba el Magno, y aquella arcada de Farsalia se enjugó el sudor del rostro. Con el Triple Triunfador no estaban ni Bruto, ni Catón ni Metelo Escipión; tampoco estaba ataviado con los ropajes de los reyes etruscos ni con el bastón de marfil. Se encontraba en cambio acompañado de dos leales libertos, con la mirada fija en la nutrida corte del faraón Ptolomeo XIII. El Magno estaba hastiado: llevaba más de dos meses huyendo de la ira de Marte. El Magno estaba asqueado: quería injuriar al mismísimo Agamenón. Se imaginaba a sí mismo empuñando el orbe, recibiendo las caricias y los agasajos senatoriales y ascendiendo por cuarta vez las escalinatas del templo de Júpiter Óptimo Máximo. Recibió el esperado llamado. El eunuco Potino lo invitaba a unirse a la corte del faraón. Recordó afligido sus victorias contra Mitrídates y Tigranes, y lamentaba con rencor que la Fortuna lo hubiese dejado a su suerte. La República había perecido, escuchó los sollozos de Lucio Junio Bruto y maldijo al hijo de Afrodita. Esa mano, usada ayer como máquina para tejer la gloria y para construir la historia, estrechó las manos de Potino y Aquilas. Ya no había imperium, ya no había dignidad sacerdotal, solo quedaba aquella masa con el sobrenombre de Magno. El acero atravesó su cuerpo, ya no había duda, esperaba estoicamente entrevistarse con Plutón. Su cabeza cayó al fragor de la forja de Vulcano y su cuerpo se desplomó en suelo ptolemaico. ¡Oh! Pompeyo Magno, Triple Triunfador, moledor de piratas, que alguna vez abrazaste el orbe pero ahora el orbe te pudre a ti.

Una Gota de Amor

Por Juan Esteban Osorio González
Temática libre


Todo comenzó con aquel frío de la mañana, que permitió a una gota del cielo caer, donde menos esperaba, su ruta empezó a recorrer, que superficie tan suave, que agradable fragancia y ese hermoso color, la gota de aquel día había caído en una flor.

En el cielo se fabricaba un amanecer, en el corazón de esa gota un sentimiento, se iba fundiendo el sol en el viento, y el amor en su ser; aquella rosa era indiferente, para la gota no tenía más que una amistad, pues ya alguien más estaba en su pensar. Quien ama nunca pierde, decía la gota, me siento afortunada por ser rocío de la mañana, no quiero ser simplemente una gota que cae a tus pétalos y luego a la tierra, sino aquella que se queda prendida a ti y se funde por tu propio calor.

Así lo hizo, y fueron pasando los días, aquella gota se fundía y volvía ser nube con la única intención de volver a ella, en aquellos días se fortaleció la amistad, pero aquella gota quería un poco más, quería besarla, como besaban sus amigas nubes la cima de la montaña, más ellas le decían para que te engañas, si no puedes ser flor. Volvió a ser nube mientras el sol se ocultaba, que a su amada acentuaba la silueta, aún casi sin verla para ella su belleza era completa, le dijo, la oscuridad no impide que seas rosa, no necesito verte para saber que eres hermosa.

Pasaron unos días cálidos, y fueron cayendo las hojas, como cayeron las esperanzas de aquella gota, fue resignando sus labios a no pronunciar su nombre de nuevo, se estaba acostumbrando a verla feliz con otros, y aunque su amor no era posesivo, debía condenarla al olvido porque antes de poder amarla, tenía que amarse ella también. Pensó en olvidarla y pensó que era fácil, más al ver a su amada así tan frágil, seca y agotada por el calor, tomó su última decisión, poco tiempo de brillo le quedaba a la tarde, poco tiempo tenía junto a su doncella, cayó decidida a refrescarla siendo una con ella, mientras se consumía le dijo, solo hazte paisaje, para contemplarte por última vez.

Andante Cantabile en Sí Menor

Por Valentina Rodriguez Fernandez
Temática libre

Qué concierto tan aburrido. Mi mamá me regaña porque me estoy durmiendo, pero yo no tengo la culpa de que esta vaina esté tan maluca. Me regaña porque me pego del celular, pero yo solo quiero irme de aquí, y eso sería un regaño peor. Menos mal traje mi pluma, porque "todo caballero debe llevar siempre una pluma", eso dice mi papá. Él la usa para firmar cheques. Yo empiezo a escribir, escribo esto que me sale sin pensar, pero como me aburro tan fácil, me da locha hasta escribir y mejor me pongo a dibujar... Pues, lo que estoy viendo, y como estamos en segunda fila, lo único que tengo en frente es la orquesta, pues tocó. Estoy buscando, entonces, a alguien que sea por lo menos un poquito interesante para dibujar. A ver... Qué director tan feo, todo calvo y flaco, parece salido de una película de Tim Burton, de esas que hizo en stop-motion... Ese trompetista es gordo y también calvo y qué pereza. Como que todos los mayores de cincuenta años se quedan calvos. Yo no quiero que eso me pase, qué pereza, a las mujeres no les gustan los calvos. A ver... Busquemos mujeres pues, debe haber por lo menos una bonita. ¡Uy! ¡Esa si está muy linda! Esa muchacha del chelo es hermosa, a esa voy a dibujar. Saco la pluma del bolsillo de la chaqueta. A ver, esa muchacha es bonita, pelicafé, como chocolate. Demás que a eso huele, qué rico, me encanta. Me encantan las peladas que huelen rico, a flores, a  frutas, pero mejor si huelen a chocolate. ¿Será que también sabe a chocolate? El chelo es café y también parece hecho de chocolate. Su piel es un poco morena, como esos chocolates que mezclan con leche. Incluso el vestido es beige, que se ve como chocolate blanco, que no me gusta, pero que me comería si fuera ella. Bueno, me pongo a dibujar ahora sí. Aquí va el cabello, el vestido, su piel, las luces y sombras. Eso, luz. Dibujemos un reflector sobre ella, con luz cálida, caliente, que la haga sudar, eso me gusta. Mi mamá me dice que la muchacha del chelo es muy bonita, que la acaban de señalar a ella sola con un reflector amarillo, que ella es la protagonista, que qué calor debe tener porque está sudando mucho, que debe ser por la luz. Yo miro y eso está pasando, como en mi dibujo, yo no me lo creo. Paro de dibujar y solo la miro, a esa mujer hermosa que debe oler y saber a chocolate. ¡Esperen! ¡Algo está pasando! Esa muchacha se está como derritiendo, pero en serio, como el chocolate. Mientras avanza su solo se va cayendo al suelo de la tarima de madera y chorrea hasta llegar a mis pies. Esto me tiene impactado, pero como soy tan curioso, me unto los dedos de ese líquido extraño. La verdad es que esa chica si sabe a chocolate.

Las Tres Hermanas Huérfanas

Por Jose Fernando Martinez Ruiz
Temática libre


Tres, ellas son tres, Carlota, Virginia y Eleonor, hijas de la misma mujer a quien la edad y la testarudez mató, esa mujer de puño duro, quien las parió y sin embargo que de ellas sólo de explotarlas se preocupó, ella, Esperanza, una mujer del antiguo mundo, que en el pasado quedó.

Crecer sin amor no fue fácil para ésas tres, marcadas están y marcadas se ven, siempre recordando ese ayer tan tormentoso, ¿ero por qué no ven también el sol?, aunque bueno, Eleonor sí lo ha hecho, ella es fuerte, cargada siempre con la energía del trópico, no le importo ser la más pequeña o la que más pobre quedó, ella luchó y luchó, y demostró saber vivir bien.

Carlota y Virginia sólo se han dedicado a pelear entre ellas, y con ellas mismas, las razones varían, el partido político al que apoyan, el color de sus ropas o por el hombre al que aman u odian. La última vez que en la plaza alegaron fue por un tal Uriel Alvarado, ese era el amado de Carlota, y el odiado de Virginia, pues ella siempre ha dicho que ese conservador sólo quería aprovecharse de su hermana tal como Esperanza lo hacía, mal recuerdo de su madre se le viene a la cabeza.

Hace un mes, Virginia y Carlota estuvieron en misa por la virgen, siguiendo esas tradiciones tan latinas, cuando salieron al atrio, se le escucho a Carlota decir “¡Vos Virginia, tan manzanilla y en misa, eso lo castiga Dios!”, la otra sin reparo contestó “¡No soy yo quien se enamora de bandidos, la que los defiende por la sensación de seguridad sabiendo que le hacen daño y tampoco, la que habla mal de la familia!”, todos los presentes en la plaza esperaban una pelea, pero como buenas señoras de pueblo se dieron media vuelta, levantaron la nariz al cielo y caminaron hacía diferente dirección con un semblante de sobrio orgullo. En el quiosquito de tintos de Doña Margarita estaba Eleonor, con su humildad característica, viendo la escena, pero ¿Qué podía hacer ella?, ella ya había sido excluida de la familia por no tomar partido en la bronca, pues para Eleonor ambas estaban locas.

Antier llegó la noticia, Virginia está moribunda, una mujer fuerte, pero al final derrotada por el hambre y el cólera, todos sabían que no pasaba un buen momento, pero incluso sus hermanas la ignoraron. Carlota no la asistió cegada por el amor a Uriel y Eleonor por la indiferencia habitual creada por el tiempo.       

Anécdotas de un Guerrero

Por Cristian Gómez Martínez 
Temática libre


En un tiempo de eras olvidadas el mundo no era pacifico constantes guerras se libraban, pero estas batallas no eran sobre dinero, tierras o poder, se trataba de sobrevivir. Y contra que peleaban se preguntaran, pues esta es la historia de un guerrero de aquellas épocas.

Año 60 de la guerra oscura: el campo de batalla estaba lleno de cadáveres más de humanos que de aquellas criaturas, esas horrendas cosas que un día llegaron a nuestro mundo queriendo esclavizarnos y usarnos como ganado, hoy no hemos podido vencerles de nuevo, pero su poder disminuye es lo único por lo que podemos agradecer; nuestra diosa se sacrificó para maldecirlos e impedir que se reproduzcan en nuestro mundo, pero aún son demasiados, ellos poseen más poder que los humanos.

Hasta ahora logramos sobrevivir con la ayuda de los pocos elfos y dioses que aún conservan su magia, pero este poder está disminuyendo.

Hoy la sacerdotisa anuncio una profecía, ´´la magia se acabará en el mundo por lo que el final de la guerra se aproxima´´, aunque yo no comprendo a lo que ella se refiere después de todo los únicos con magia en este mundo son los pocos dioses que aún viven y sus descendientes más cercanos los elfos, nosotros los humanos peleamos con lo que tenemos a mano tal vez esa sea la razón por la cual no comprendo como el final de la magia representara el fin de esta inmunda guerra.

Han pasado 8 meses desde el día de la profecía al fin comprendo lo que  querían decir, los invasores han perdido  toda su magia  al igual  que nuestros dioses pero  esto es una ventaja para los humanos, nosotros  hemos  peleado sin tener  ese  tipo de poder  y aun así estamos  vivos; la guerra comienza  a inclinarse  a nuestro favor esas criaturas  no saben pelear  sin su poder, estamos ganando  y los    arrinconamos  cada vez  más a la esquina  del mundo, o como los dioses lo llamaron una  vez ´´el puente  entre mundos´´.

´´el puente entre mundos´´ yo no comprendo que sea, pero he escuchado a los comandantes mencionar que es la puerta por donde esas cosas entraron.

Al parecer hoy es el año 61 de esta guerra tal parece que esta es nuestra última batalla, no sé si sobreviva por lo que estoy dejando mi pequeña historia en esta roca primigenia, los dioses decían que de estas rocas ellos nacieron al igual que nuestro mundo. Si mi memoria prevalece en esta roca y el mundo ha olvidado nuestra batalla solo espero que quien la obtenga me recuerde como un humano que peleo entre dioses y murió con ellos en el campo de batalla.

Normalizar

Por Natalia Castro Serna
Temática libre


Cuando le llegó el turno a Pipe avanzó con el mentón pegado al pecho y pisando tan fuerte que se le hundían las botas en la tierra lodosa. Un chapoteo marcaba sus pasos. Pensé que se veía como cuando se emborrachaba en las fiestas del pueblo e intentaba caminar derechito y sin zigzaguear, con la diferencia de que en lugar de estar borracho tenía miedo, como todos, y como en este monte de mierda no se puede ni caminar bien entonces no andaba derechito sino que pisaba duro. A mí, en cambio, las piernas me empezaron a temblar.

Le quitaron el fusil y lo desnudaron. Toda la ropa quedó al revés sobre el lodo, y cuando lo soltaron porque no tenía nada él corrió a recogerla como si se tratara de una prueba de velocidad. Los que pasaron antes que él habían hecho lo mismo, y yo, intentando desviar el miedo, iba contando lo que se demoraba cada uno: Agustín, 10 segundos; Pablo Guerra y Pablo Sánchez, reñidos, 8 y 9 segundos; Pipe, 9 segundos también; Juanjo… Llamaron a Juanjo.

Me miré las manos empapadas en ese sudor frío que acá tanto le dicen a uno que es de cobardes. Juanjo se tardó en pasar al frente. La voz del comandante resonó, hizo eco. Juan José Gómez. Silencio. Los compañeros que estaban más adelante volteaban la cabeza para buscar a Juanjo. Al fin, del costado norte del campamento aparecieron sus ojos agigantados por el miedo. Un subcomandante lo traía del cuello de la chaqueta, casi levantándolo del suelo, y lo soltó en medio del círculo que habíamos formado como zona de requisas.

Como ninguno de nosotros traía más que la ropa y el fusil, un medio zarandeo de la chaqueta de Juanjo hizo caer al suelo el llavero del comandante. Un peso insoportable se me metió en el pecho, como si el montón de llaves me hubiera entrado por la garganta hasta los pulmones. El aire frío y liviano se volvió difícil de respirar.

Arrodillado en la tierra, Juanjo no dejaba de llorar. El comandante le gritó que cómo era posible que con 16 años estuviera chillando como un marica. Nos dio la espalda llevándose el llavero entre los dedos y hablando seguramente sobre las reglas del frente y lo que pasaba con los rateros, traidores, falsos… Yo dejé de escuchar. Los sollozos de Juanjo lo llenaron todo.

La brisa de siempre fue las lágrimas de Juanjo; el frío fue el del cuerpo desnudo de Juanjo; los cantos de las chicharras moribundas fueron lo que Juanjo murmuraba entre hipo y mocos. Un tiro en la sien fue el descanso para todos. Otra vez el silencio, por lo menos.

d2xe1++

Por Ricardo Jota
Temática libre


Los negros y blancos se pelearon en Londres durante la primavera de 1851. La riña desfiguró el tacto de la guerra con sacrificios extravagantes y pretendió coronar a los parciales vencedores como inmortales; pese a la evidente mortalidad que expusieron sus inmolados compañeros. El mundo se hizo cómplice de nuevas y cruentas batallas, fueron nuevos los escenarios, nuevas las formas descubiertas pero siempre la misma bronca alimentando la atrocidad. De La Habana a Nueva York y de Moscú a Berlín se pintó de blanco y negro la efigie de la guerra. Bastaba con limpiar las masacres para comenzar de nuevo.

La humanidad misma perdió la memoria de cuantas batallas se habían librado, se dejó confundir en algo que parecía haber acompañado toda su historia y estar soldado sin remedio a su naturaleza. Pero para aquellos que saben recordar, sigue viva la mirada que desde d2 supo interpretar como iguales a los rivales que aguardaban al frente, alineados por los mismos miedos coloreados de otro tono. Es el recuerdo del apenas instante, del discurso que plasmó la más breve batalla posible, la que termina sin haber empezado.

- ¡Nos tratan como peones! Pero si miramos atrás, a un paso está el Rey.

Luces y Sombras

Por Adriana Lucia Ochoa Durán
Temática libre


En un lugar lejano y misterioso existía una criatura llamada Teo que amaba profundamente el lugar en el que se encontraba, (que era el mismo en el que a veces se perdía), este lugar estaba en medio de unas verdes colinas llenas de flores y de aromas, rodeado por un inmenso bosque de árboles que contaban antiguas historias sobre las luces y las sombras, esto era todo un misterio porque en este lugar las sombras no existían, Teo lo ocupaba todo, era como el aire, siempre en movimiento siempre activo, fácil de sentir pero difícil de ver; a Teo este lugar a veces se le hacia inmenso y a veces se le hacia diminuto, el tiempo para él nunca pasaba no existía ni el día ni la noche, le era muy difícil diferenciar dónde terminaba o dónde empezaba él en ese espacio en medio de los árboles.

Teo quería ver y sentir algo distinto de todo lo que conocía, quería en definitiva conocer las sombras, y por tanto pidió ayuda a sus amigos los árboles, estos le advirtieron de los peligros que corría si llamaban a las sombras, le dijeron que podía olvidar quién era, que podía olvidar su esencia, esto a Teo pareció no importarle pues era más grande su afán de conocer algo distinto que su temor a olvidar y perderse.

- Después de todo en medio de tanta luz tampoco sé quién soy, dijo Teo a los árboles para convencerles.

- Duerme, dijeron los arboles como en un susurro y Teo cayó en un profundo sueño.

Cuando despertó todo era oscuridad y frio, la luz ahora estaba solo en su memoria, aun no tenía miedo así que decidió moverse pensando que en algún lugar podría ver algo además de oscuridad, pero no fue así, al parecer no había nada más, los arboles tenían razón, Teo tenía miedo, había olvidado quién y qué era, lloro y mientras lloraba recordó a ese hermoso pajarillo azul que vio esconderse en sus bolsillos cuando aún dormía, lo saco cuidadosamente y lo primero que este hizo fue cantar, y cuando cantaba aparecían pequeñas vetas de luz, Teo asombrado sonrió y decidió cantarle a su corazón para que le recordara su esencia, entonces amaneció…

Carpe Díem

Por Nestor Estiven Giraldo Sánchez
Temática libre


Tres veces lo ha intentado, tres veces y aún no lo ha logrado, acabar con aquel dolor que invade con desagrado a un pobre joven desahuciado. ¿qué pastillas o qué soga o simplemente qué puede ser lo más adecuado, para que el final de pobre Mario sea indoloro y solitario?

Decidió llegar al décimo piso, donde vive su amigo el del “mercado”, pensando en todas las cosas que hasta a ese día le habían hecho tanto daño. Su amada Luna, su monótono trabajo, el excesivo uso de las drogas y el terrible abuso por el que había pasado, eso era lo que tenía al pobre Mario ansioso y viviendo de soslayo. Recordó cuando su Luna, en sus brazos se había postrado y entre lágrimas y llanto había entrado, recordó como él con ojos tiernos y lleno de amor, le trataba de subir el ánimo.

Pensó en aquel momento donde se encontraba tomando tinto mientras pensaba en lo repetitiva que se había vuelto su vida: leer, escribir, hablar con sus compañeros y finalmente ser regañado por su jefe semana tras semana, se sentía sofocado; también recordó cuando su amigo, el del “mercado” le armó el primer bareto mientras escuchaban a la radio.

Pero si algo tenía al pobre Mario acorralado, era aquel recuerdo de la niñez que lo perseguía a todos lados, una mujer encima suyo cuando el yacía acostado, mientras su madre y sus hermanas viendo las novelas se encontraban. Mientras ella lo tocaba y él con miedo se dejaba hasta que a la final aquella mujer gemía y él con su boca tapada, pensaba en cómo olvidar eso sin que su familia se enterara.

Entró a la casa de su amigo, el del décimo piso y mientras él le armaba un bareto, Mario caminaba hacia su final en aquel décimo piso, postró su billetera en un gran mármol y con ella cuñó una pequeña nota y un pequeño astronauta, pensando que finalmente podría olvidar a su Luna. Lo último que se vio fue una sombra y se escuchó un fuerte impactó, fue a la cuarta vez cuando Mario al fin lo había logrado.

Mi Última Carta

Por Juan D. Figue.
Temática libre


“Así como el viento ingenuo de todo mal y pensamiento impuro, así como la montaña sólida y tajante en sus palabras ancestrales, así como el río ruidoso, oscuro y que sin parar va rumbo a la muerte, y así como el pájaro que canta una hermosa tonada a su amante, estaba aquella chica hermosa sentada junto a ti y junto a mí, porque fue en aquel momento, el momento donde el tiempo para, y el corazón responde a una pregunta que no le han hecho, en ese momento yo sabía que aquel asiento pronto estaría vacío y que solo quedaría el mío, una mirada, una sonrisa, un segundo y ya no hay nada, el viento no es más puro, la montaña pesa, el río se ha secado y el pájaro ha muerto.

Nuevamente el tiempo se detiene y recuerdo, recuerdo el primer beso incómodo y algo torpe donde la gracia socavó el momento y echamos a carcajadas, y el último, de costumbre pero lleno de amor, esperanza y futuro, así como la noche donde como seda en gala amé tu piel, como colibrí a flor, amé tus labios, y donde como luna desesperadamente di vueltas buscándote, a ti, mi sol, recuerdo su primer aliento, sus primeros pasos, la única vida, el único llanto, mi más grande amor, pero tanto odio y tanto amor juego sin fin de Dios y si he de ser, que sea yo, pero ¡no!, aquí estoy solo en mi remordimiento, solo con mi dolor.

Perdóname, perdona haberte dado mi corazón y perdóname por tomar el tuyo, perdóname por no darte un beso cada día y por ir sin rumbo ni meta tras la vida, perdóname por no ser quien merecías, por robarte el tiempo sin prisa, por no llorar cuando llorabas, por no reír cuando reías, por no amar cuando amabas, y por favor perdónenme por tomar sus vidas y la mía.”

Boletín del día, Medellín 03/26/1996
“Accidente automovilístico deja dos muertos y un herido”


     “El dolor, la culpa y el remordimiento de vivir pueden ser tan grandes, que te pueden terminar aplastando”

Virus de No Creer

Por Felipe Correa
Temática libre


Esto no es un cuento, puede parecer ficción pero eso está lejos de la verdad, puede parecer inofensivo pero quizá quieras dejar de leer en este preciso momento, ¿por qué? Porque voy a implantar ideas en tu mente a medida que lees, es inevitable ¿suena a locura? Bueno, creo que el número de muertes debido a ideas implantadas supera con creces las causadas por todas las enfermedades juntas ¿te das cuenta? Solo piensalo por un segundo.

Las palabras son solo eso hasta que se convierten en ideas en tu mente, ¿tiene sentido? ya sé, parece que doy rodeos pero no es así, cada palabra que has leído está fríamente calculada. Ahora ¿qué dirías si te dijera que ya he implantado una idea tan poderosa en ti que no lo podrás creer? ¿escéptico? Es entendible, hasta ahora todo se ha visto bastante normal, pero te lo voy a demostrar ¿qué dirías si te digo que has leído una frase con palabras codificadas de modo tal que ahora tú ya no crees? ¿no me crees? Pues parece que tuve éxito, más aún, ¿qué dirías si te dijera que puedo escribir algo para volverte a hacer creer? ¿imposible? Eso pensé, creo que la dosis fue demasiado alta.

El Hombre Indeciso

Por Mateo Gaviria Morales
Temática libre


Érase una vez, no hace mucho tiempo, el hombre indeciso daba su primer llanto, aún empapado de las entrañas maternas con las cuales se había desarrollado por un largo periodo de tiempo, apenas estaba acariciando, más bien, rasgando sus primeros momentos de lo que se le considera “vida”. Sin embargo, en el momento del milagro hermoso del nacimiento también ocurre algo horrible, una máxima  que no podía violarse, una regla insuperable de la que muchos, tristemente, estaban conscientes, su vida comenzó, pero en consecuencia, su vida también se apagaría, acabará, será aplastada por la insuperable mortalidad humana, para cuando el hombre indeciso se percató de esto en aquella realidad, le provocó un nudo en la garganta, un revoltijo en el estómago, unas náuseas fuertes las cuales lo obligaron a sentarse, no era para tanto, pero el joven hombre indeciso no lo veía de esa forma, claro que no, para él esa idea era horrible, la asquerosa sensación de pensar en la no existencia solo le provocaba odiar la realidad a la que estaba sujeto.

Ante esta situación postrada ante el inteligente hombre indeciso (ese adjetivo solo lo había usado el psicólogo del hombre a su madre) solo tuvo la opción de pensar, desde muy joven, demasiado joven para eso, pensó en lo que haría, a lo que se dedicaría, el tiempo aproximado que le quedaba antes del amargo e ineludible final, pensar fue lo único que hizo en mucho tiempo, llegando a la conclusión (después de varios años de ejercicio mental) que tomaría el mejor camino posible para lograr vivir de la mejor manera, la mejor casa, la mejor mujer, el mejor peinado, la mejor vida.

¡Pero como es de cómica la enferma realidad del hombre indeciso!, no escogía por miedo a no ser la “mejor” decisión, esto junto a su manía de pensar excesivamente, lo convirtió en un enfermo, alguien que no sin capacidades, de tomar las riendas cuando se debía, solo es un degenerado, un discapacitado, un poco deseable por cualquier persona cuerda.

Para cuando esa joven, atractiva y eufórica chica le pidió una cita para “sentar cabeza” su reacción fue, así es, pensar, No estaba seguro - “¿Hay alguna mejor?”- se dijo a él mismo en su cabeza, eventualmente la atractiva, eufórica y joven chica se colerizó y se cansó de él. Con el pasar del tiempo, este modus operandi no cambió al escoger su carrera (su cupo fue suspendido), no escogió si estudiar o trabajar (terminó por “pensar” en casa), para cuando su padre y madre murieron no sabía qué hacer con la herencia (la perdió por artimañas del banco), y así la pasó el inválido hombre indeciso el resto de su vida, ¡pero mira!, aún no estaba seguro de lo que iba a hacer para arreglarlo y le tomaría tiempo decidirse qué hacer al respecto.

Ahora, allí estaba el hombre indeciso, en la calle, sin nadie a su lado, calvo, casi muerto, pero aún seguía pensando, no hizo nada en su vida y ahora en el umbral de la muerte no haría nada, tal vez un - ¡Toma las riendas! - o - ¡Pasa a la acción! - hubiera servido de algo, ahora daba igual.

Suicida: Asesino de Sueños

Por Erika Julieth Palacio Bedoya
Temática libre


Tomó el veneno que su madre usaba para las cucarachas, lo vertió en una copa de vino, lo bebió de un solo trago y se acostó hasta quedarse inconsciente.
Al día siguiente despertó como si nada, observó la copa rota en el piso y el primer sentimiento que tuvo fue decepción, pues al parecer el veneno no había logrado su cometido, entonces se levantó, y con la persistencia que caracteriza a todo chico de 18 años se dirigió a la cocina en busca de su segundo intento, allí encontró por sorpresa un anciano desconocido, su miraba era intrigante, pero reflejaba bondad y causaba en él una confianza difícil de explicar. Aquel anciano caminó hacia la puerta, el chico lo siguió por razones que hasta él mismo desconocía, caminaron juntos por varios minutos hasta llegar a la escuela donde creció, había niños corriendo por todas partes que le recordaron la alegría de su infancia, siguieron su camino para llegar al colegio, allí sentada en el parque estaba Margarita, su primer y único amor, recordarla le hizo olvidar de a poco los motivos de su sufrimiento. Después de media hora de camino se detuvieron justo en frente de la casa de sus abuelos, lugar donde escuchó las mejores historias y comió los más ricos pasteles, pensó en sus padres, guerreros incansables, en sus hermanitos que lo venían como un ejemplo, en su familia, en sus abrazos y en sus momentos de felicidad, en aquel momento se percató que los motivos para morir eran insignificantes al lado de las razones para seguir viviendo, se sintió tan cobarde e inútil que no pudo contener el llanto, corrió como nunca, quería remediar todos sus errores, pero al llegar a su habitación vio como su familia de luto lloraba sin consuelo alrededor de su cuerpo inerte tirado en la cama y la copa rota en el piso. No tuvo más remedio que llorar con ellos, aunque no lo vieran, no lloraba su muerte, lloraba porque se convirtió en un asesino: Mató el tesoro de sus padres, el héroe de sus hermanos y el amor de Margarita, pero lo que mas le dolía era haber asesinado aquel anciano bueno, su futuro hombre y sus propios sueños.

La Despedida

Por Alexander Jaramillo Rivera
Temática libre


La cafetería de enfrente vendía un café amargo, pero no del amargo del grano, sino del de máquina vieja, y las mesas a veces cojeaban; sin embargo, la música era buena y los manteles estaban limpios. Era una buena opción. El camino parecía eterno, pero un silencio incómodo bastó para que se encontraran en el lugar. Se sentaron y pidieron un par de cafés. 

— Odio cuando te quedas así, en silencio. ¡Responde! ¡Di algo!

—Siempre es lo mismo: abres dos sobres de azúcar, los dejas abiertos al lado de tu taza y con un mezclador revuelves el café, así, sin nada, en un acto inútil... ¿A qué quieres que responda?

—Por momentos te vas de este mundo. Después de unos segundos, me alzas a ver y es como si el tiempo no hubiera pasado, como si no hubiera dicho nada.  

—Antes todo contigo era aleatorio. No hacía falta prestar atención. Creo que eso fue lo que me llamó la atención en un principio. ¿Recuerdas? Caminábamos, corríamos, tú decías algo y yo inmediatamente respondía que sí. Cigarrillo: sí. Cerveza: sí. Café: sí. Película: sí. Para mí no había otro futuro que no fuera el de tus deseos sin propósito.

—Para ti la vida era una constante afirmación. No hay emoción en eso. Imagina: un sí en pasado, un sí en presente y un sí futuro. Pero ya no puedo más. Tiene que terminar. 

— Sí, lo acepto, siempre fui complaciente, no porque quisiera darte gusto a mi pesar: sencillamente soy así. Tú me conoces, me gusta la música suave y el vino caliente, un cigarrillo de vez en cuando y el café con leche. Soy así, sencillo, sin misterios... ¿Terminar qué? Lo único que queda entre nosotros es esta mesa que cojea cada vez que revuelves tu café. Sobre ella dos tazas, una caja con mezcladores, otra con sobres de azúcar y tu mano derecha que arruga la esquina del mantel. Tras este café solo resta el final.

—Mírame. Aún te quiero. Todo es confuso… Solo son recuerdos.

Un par de sorbos más fueron suficientes para dar fin al encuentro. Un movimiento brusco de la mano para sacar el dinero de la cuenta fue la señal de despedida.

El dinero, la caja con el azúcar, el recipiente de los mezcladores, dos tazas vacías, un adiós perene y un aún—te—quiero era todo lo que quedaba sobre la mesa que ya no cojeaba.    

Otro Cuento de la Nacho

Por S.C. Henao
Temática libre


Muy pronto terminará el ocaso de la tarde en un día opaco del mes de marzo en la ciudad de Medellín. En este apartamento he estado acompañando a mi padre durante los últimos tres años desde el momento en que decidimos interrumpir, a razón de la pérdida de su mujer, la marcha regular de nuestras vidas y asumir una actitud de fortalecimiento espiritual basado en nuestra compañía mutua. Desde el decimocuarto piso donde estoy sentado me doy cuenta de que la ciudad no cambia y menos sus habitantes, pues si no son los pitos y demás ruidos de carros, motos y buses, entonces sobreviene el ruido generado por las palabras con argumentos fútiles, y en ocasiones sin sentido, emergidos de un simplismo abrupto donde se dice lo que sea para que los demás no dejen de creer que se sabe algo, como lo hacen los médicos según Pózdnyshev, y en época electoral afirmase lo que va a pasar y lo que necesitamos, como si el dimensionamiento de un país cupiera en una conversación inopinada.

Desde las horas de la mañana he estado elaborando junto a Elena, mi sobrina, los relatos de un día en la universidad donde ella estudia, motivado por la existencia de un cuento participante en este mismo certamen escrito por un declarado pretendiente y admirador suyo. Pero esta motivación surge a partir de un juego malicioso donde Elena y yo hemos asumido el papel de competir contra quien intente conquistar la esencia de sus años mozos o de mi adultez joven; ella, por su parte, se cuenta fascinada de tener un tío que la proteja de tanto hombre inescrupuloso, mientras que yo hago las veces de prueba para quien se digne desearla y disfruto con placer de un goce delicioso pero limitado y en ocasiones peligroso.

Para salir un poco de la monotonía de escribir líneas en honor a la memoria de mi madre en el pueblo natal de mis padres y poder obtener material apto de relatarse, decidí entonces desde temprano asistir con un conocido llamado Jesús a la ruta guiada de observación del arboretum y palmetum de la universidad. Su compañía siempre es de mi agrado porque él tiene la característica de quejarse y encresparse por todo y con todos excepto con mi juego, del que se declara envidioso y no me culpa, insistiendo en que lo de ser fetichista hace parte de mí como de cualquier persona, al igual que lo hacen todos y cada uno de los adjetivos reconocidos o preferidos por nuestra capacidad intelectual; y que la diferencia entre el día de unos con el día de otros, y por tanto lo que nos individualiza, es la intensidad con que recurrimos a uno u otro adjetivo para nombrar las sensaciones producidas en la significación diaria de la realidad.

La persona encargada de guiarnos rápidamente nos sorprendió a Jesús y a mí, que coincidimos casi siempre en opinión a pesar de los varios lustros que me lleva en edad, al insinuar nuestro deber de rechazar a las personas foráneas que buscan establecerse en la ciudad, mostrando una ausencia de contexto histórico desconcertante que por poco revienta a Jesús y que nos hizo aceptar la invitación de mi sobrina para visitar el espacio donde los estudiantes que fuman marihuana y consumen otras cosas se reúnen; es allí donde Elena me presentó a quien hoy considero otro cuento de la nacho, una joven de no más de veinte años que me hace escuchar la persecución e indiferencia que reciben quienes consumen por parte de la administración de la universidad y que, sin saberlo, ya entró en el juego.

La Última Tarde

Por Juan Manuel Garces Suarez 
Temática libre


Retumban las campanas de la catedral anunciando la misa de seis de la tarde, mientras Manuel, un arquitecto de título que se había dedicado la mayor parte de su vida a producir trabajos académicos, cierra el taller de carpintería que en sus últimos cinco años de vida, le había servido de ocupación.

Como era de costumbre desde su retiro, Manuel regía su rutina por las campanas de la catedral.Se levantaba con las campanas que anunciaban el rosario de aurora, almorzaba con las de misa de doce y cerraba el taller para merendar con las de seis. Manuel baja entonces por la falda de la emisora hacia el café de su prima segunda donde le conocían sus caprichos y cuya terraza ofrecía una vista global del parque principal del pueblo, tal como lo había hecho en los últimos cinco años.

Pero esta tarde era algo diferente pues Manuel ocho días antes había hecho el pedido de la merienda dos veces, y un mes antes había encontrado el cincel en la nevera. Para muchos no significaba nada, pero para él que sabía los antecedentes familiares solo podría significar algo: a sus sesenta y cinco años de edad estaba perdiendo la memoria.

Manuel se sienta en la mesa de siempre, que nunca estuvo ocupada, pide un café mientras tanto y meditabundo observa las dinámicas que se dan en el parque.Había merendado centenares de veces en La Plaza de Oriente en Madrid y otras decenas de veces en el Centro Pompidou en París, pero los sentimientos de los que se llenaba al estar en el parque del pequeño pueblo escondido en algún lugar de la cordillera, nunca fueron igual de fuertes.

Se aferraba a sus recuerdos, a sus viajes, a lo feliz que había sido y los logros profesionales que había alcanzado, desde muy joven tenía como filosofía vivir para recordar, y de algún modo era lo único que le quedaba. Paga la cuenta, sale del café y sube por la falda de la emisora, abre la puerta de la casa que le heredó su padre y pone su lista de reproducción:

 “…Quiero pueblito viejo morirme aquí, en tu suelo,
Bajo la luz del cielo que un día me vió nacer.”

BANG.

Al otro día antes del Rosario de Aurora, Doblan las campanas por Manuel.

jueves, 22 de marzo de 2018

El Último Trago


Por: Sebastián Zambrano 
Temática libre

Se fue sin razón alguna. ¡Mentira! Yo soy la razón para que se fuera, como yo era la razón para que estuviera siempre después de las seis en mi casa, en mi habitación o en mi cama, cocinando, bebiendo cerveza o haciendo el amor, con instinto animal y cadencia metódica pero caótica.

Soy el reflejo del egoísmo más profundo, un imbécil. No la entendía. No pude entender que ella tenía un simple deseo: alguien a su lado en la cama, que la abrazará, la besará aquí y allá y le dijera cualquier cosa con ternura al oído. Quería locura, quería confusión y yo solo ofrecía límites y miedos.

Cuando se levantó súbitamente supe que todo había terminado. Se empezó a vestir mientras yo le hablaba sin recibir respuestas. Nada podía detener lo que vendría. Me había abandonado. Yo no contaba, no existía.

Eso pasa. Es inevitable. Para qué decir más. Empacó todas sus cosas: el perfume dulce que usaba en su cuerpo, su ropa, sus papeles y las llaves; todo fue a dar al bolso de piel con figuras geométricas que guardó en el baúl de un taxi.  

Siempre la misma cuestión rondando en mi cabeza, como un insecto que traza rutas de vuelo eternas alrededor de una lámpara. Ya no va a volver. Eso dijo. Le tengo que creer. Le debo creer. Es solo una consecuencia de aquel mundo caótico que construimos en estos meses.

La cerveza recorre mis venas, apago la luz y me recuesto en la cama. Esto no tiene fin. Volver a empezar, necesito solo eso, volver a empezar. ¿Sería diferente? No. Todo se repetiría con una cadencia metódica.

La vida da giros, de noventa grados, de ciento ochenta, hasta de trecientos sesenta, y esos son los peores, porque volvemos al mismo punto, pero nos ganamos un mareo. Sobre eso hablamos antes de que se fuera. Era una profecía, y ahora estoy aquí, hundido en la espuma, consumido por el cigarrillo y tirado como cuando todo empezó.

Su partida era inevitable. Estará mejor lejos de mí. Era la hora. Era el momento. La mujer se ha marchado. Ahora ella buscará con la intensidad de la vida y yo la buscaré con el peso insostenible de la poesía.

Bien Ajeno

Por: Laura Cristina Morales Morales 
Temática libre


¡Qué frustración! ¿Acaso así no se siente cuando alguien más anula tu movilidad? Yo me pregunto además ¿dónde estaban todos ellos, por qué inundan el vehículo de transporte público y no los conozco si se supone lo abordan al mismo tiempo que yo? Sería menos aburrido si viajáramos  apiñados pero entretenidos.

Se acerca mi parada y  la salida solo está disponible al lado opuesto de mi posición, así que emprendo la maratónica tarea de batallar con los cuerpos anclados  de los demás pasajeros sintiéndome en tierras movedizas, pues entre más trato de avanzar, más me sumerjo en la multitud. Angustiada y desesperada, casi al punto de rendirme y no llegar a mi destino, algo me sacude. Sí, mi maleta se sacude y siento un cosquilleo, volteo la mirada y allí está, una mano hábil deslizándose por los bolsillos. Paso de un estado al otro. Reflexiva, alerta y al ataque, pues el individuo comienza a desaparecer y no puedo permitirlo, así que se convierte en mi nuevo objetivo y esta vez en la persecución, remuevo a la gente como maleza, sin el tacto del cazador, porque él es la presa. Se me escapan jadeos que se convierten en gritos que finalmente alborotan al público, pues todo se vuelve un espectáculo y gracias a la ovación y ánimo que recibo como apoyo, atrapo al escapista y lo enfrento. Asustado y pálido me mira fijamente, no había duda que con el bolsillo abierto y la ausencia de mi billetera, le exigiera la entrega pero este se rehúsa con lo que de inmediato reacciono agresivamente a insistir, subiendo cada vez más mi voz haciendo que el resto de pasajeros se persuadan y soporten mi petición; nuevamente se resiste pero esta vez es tal es mi expresión de amenaza, que accede y de un golpe seco la introduce en mi maleta. Pido la parada y desciendo del vehículo. Contenta por mi proeza, llamo a mi mamá para contarlo todo pero su saludo es cortante al decirme que espera que todo vaya bien porque olvidé empacar mis documentos.

Perversión en el Conflicto

Por: María Bedoya 
Temática libre 


‘Guerrillera’ dijo hombre que había arremetido en mi casa hace un momento, Don José me dijo que usted es la novia del comandante guerrillero del  pueblo, dígame la verdad y puede que le perdone la vida, completó, dudé unos segundos, aún estaba estupefacta por el impacto con el que el hombre entró a mi hogar, con la voz temblorosa y evidentemente nerviosa les respondí: no tengo novio, él me violó, no fue mi culpa, no pude hacer nada para evitarlo, con la cara de vagabunda que tienes no dudo que lo hayas disfrutado, dijo él, acto seguido me escupió en la cara, yo no podía dejar de temblar, tenía mucho miedo, su fusil era incluso más grande que el que llevaba el comandante el día que me desfloró.

Ya me voy a encargar de ti, puta, dijo mientras se quitaba sus botas pantaneras, antes de que pudiera pensar en algo él se despojó de toda su ropa y rasgó la mía con una rapidez increíble, me golpeó la cara, me empujó contra la pared y me penetró con una dureza implacable, no paraba de gemir, de halarme el cabello y decirme que era una puta, yo solo lloraba, los recuerdos de la violación por parte del guerrillero volvían a mi mente, no podía creer que esto estuviera sucediendo de nuevo, tal vez si era una puta, al parecer cualquiera podía poseerme cuando se le antojara, tal cual una muñeca inflable.

Después de todo mi difunta madre tenía razón, paramilitares y guerrilleros eran basura del mismo saco, por mucho tiempo creí que los primeros eran los buenos de la historia, en un pueblo donde la guerrilla mandaba a su antojo y el ejército era prácticamente inexistente, los paramilitares parecían ser los salvadores, pero en ese momento me di cuenta de lo equivocada que estaba, y los odié, los odié a todos, país de mierda,  ¿qué tan miserable tengo que ser para que estén felices? Pensaba yo para mis adentros.

De repente sentí su semen en mi rostro y me alegré porque creí que todo había acabado ahí, me agarró el cabello y empujó mi cabeza hasta golpearla con el piso, acto que hizo que perdiera mi capacidad de razonamiento, me quedé unos segundos tirada ahí sin más, hasta que dijo “mírame a la cara puta”, con nervios le hice caso, tenía su fusil en los brazos, lo acercó a mi cabeza y dijo “esto te lo ganaste por guerrillera“, yo solo cerré los ojos.

El Final

Por: Santiago Jaramillo Gil 
Temática libre 


Sabía que ya solo le quedaban tres minutos para su Final. Sentía que era muy joven, que no merecía pasar por esto, que aun tenía muchas otras cosas por hacer en su vida. En silencio se mortificaba por todo aquello que pudo hacer y no hizo antes de llegar a este instante. Se cuestionaba qué tan malas tuvieron que ser las decisiones de su vida para haber llegado a este punto. “Tantos posibles caminos y justo elegí este”.

Hacía solo una semana que había visto su nombre en aquella macabra lista de sentenciados; ingenuamente quiso creer que este momento no llegaría, pero aquí estaba, solo quedaban dos minutos y ya no había marcha atrás, era imposible evadirlo, no tenía como eludir su destino. Sentía que el piso y todo lo que le rodeaba retumbaba a la par de los latidos de su corazón, cada vez más intensos y descontrolados. Sus temblorosas piernas ya no tenían fuerzas para sostenerlo de pie. El sudor de sus manos era tan frío que más que agua parecía hielo que se incrustaba dolorosamente en su piel.

Quedaba un minuto, aun nada había ocurrido pero el sufrimiento ya era insoportable. Intentó recordar todo aquello que pudiera serle útil para afrontar este momento pero a duras penas podía recordar su propio nombre; el miedo, los nervios y la ansiedad habían nublado su mente, la habían convertido en un lienzo en blanco, en una habitación vacía, en un silencio eterno. Ya solo le quedaba la resignación, afrontar con dignidad su destino. Sabía que estas eran las reglas del juego y que desde un principio las había aceptado.

Finalmente se abrió la puerta que había frente a él. Había llegado el momento. Cruzó la entrada y tomó asiento en la primera silla que vio sabiendo que su sentencia estaba lista. A los pocos segundos el mismo hombre que había abierto la puerta se paró firmemente frente a él, levantó la mirada y con vos gruesa sentenció: “Muchachos, su Examen Final de cálculo ha comenzado, tienen dos horas para entregarlo”.

Al Final sobrevivió, al final… pero a duras penas pudo recordar su propio nombre.

Un Juego de Luz y de Sombra

Por: Sara Manuela Nieto Lopera 
Temática libre 

Miré al espejo, esperando ver el reflejo de mi cuerpo ultrajado por la falta de sueño, como
quien espera ver un rostro familiar cuando asoma la cabeza por el hueco de un ataúd; y en
cambio se encuentra un rostro que reconoce pero que le resulta dolorosamente ajeno. Miraba
yo el reflejo que era mío pero que no reconocía como tal. Tal vez era un juego de luz y de
sombra; teniendo el cuarto sólo una diminuta ventana por la que se filtraba apenas algún rayo
de luna; y la bombilla, que no estaba encendida por lo molesta que resultaba en medio de la
noche; no molesta para alguien más — no habría otra presencia consciente a esa hora de la
madrugada en la misma casa o la misma cuadra — , molesta para mí y mi lectura, porque no
habría podido yo perderme de igual manera en ese escrito de Dickens sin una apropiada
atmósfera para dejar las letras tomar forma. Tal vez fueran mis ojos cansados, cada vez más
estropeados por los años de lecturas descuidadas. Tal vez el espejo estaba sucio. Tal vez yo
había caído dormida y era un sueño; o mi alma desprendiéndose de mi cuerpo como aseguran
posible los conocedores. Fuese lo que fuese, veía yo en el espejo un torso blanco, de bordes
muy afilados y muy delgados, que casi se perdía bajo la tela blanca que lo cubría, un cuello
que parecía demasiado largo tal vez por lo delicado del cuerpo; un rostro de expresiones
asombradas y ojos brillantes, ojos desquiciados, ojos devoradores; afanosos de encontrar una
pizca de realidad que pudieran desgarrar, o de la que pudieran aferrarse. ¿Imploraban esos
ojos cordura? Me encontré a mí misma viendo mi reflejo en el espejo cuando el sol irrumpió
por la ventana; y presencie el momento en que esos maravillosos ojos negros perdieron el
brillo y algo más; y se cerraron y volvieron a abrir para encontrarse en una habitación vacía,
con un cuerpo magullado, con unos pensamientos que parecieran haberse perdido los eventos
de la última noche; y no recordaba si acababa de despertar o no, si había estado soñando o
por qué mis pies dolían tanto. No recordaba la locura o la cordura que me había acompañado
durante la noche; y sin mayor cuestionamiento empecé el día y lo terminé. Me atrapó la
noche metida en las letras de algún libro. Y luego me encontré con unos ojos brillantes en el
espejo, y con que el recuerdo perdido nunca se había ido. Es imperativo que escriba ahora
mis memorias, pues el amanecer está por llegar, y será este escrito la prueba definitiva de mi
cordura, de mi locura; así que incluso si debo perder valiosos minutos de admiración, el
escrito debe ser terminado, pues llegará la mañana y perderé el brillo; incluso si lo recupero
cada noche; cometeré suicidio si tengo que vivir condenada al olvido.