jueves, 22 de marzo de 2018

Todas las Lluvias del Mundo

Por: Honoré García
Temática libre 

Atravesé la biblioteca como esperando un juicio. El despiste y la ignorancia de los que allí escampaban, los cegaba de un espectáculo majestuoso; gota a gota el desfile de la lluvia combatía la sed de la vegetación.

Delante de mí, una chica valiente se abalanzó sobre el torrencial aguacero; pensé seguirla, dialogar con ella y escabullirme entre su paraguas, pero por el chapotear rápido de sus zapatos pude notar la urgencia que la acompañaba. Acaso, ¿soy la única que camina bajo la lluvia?

Sentí sobre mi cuerpo un calor repentino. Esta lluvia, para el resto desastrosa, había logrado colarse por mi cuello y en su pequeño albedrío, trazado su conquista hasta el umbral escarpado de mis glúteos. Mis dedos, dignos representantes de mi conciencia, a manera de reacción por el repentino recorrido, se encontraban perdidos bajo algún efecto epiléptico que no lograba comprender. Ya para este punto, mi caminar había cesado; inerte, ante las desnudas estelas que dejaban las gotas al caer.

Como muchas de las historias sucedidas en el subconsciente, esta no difiere en absoluto.

Ana entró por urgencias a las 7:45, el conductor del taxi ingreso gritando el crimen. La vida de aquella universitaria se incrustaba en su conciencia.

Los médicos aplicaban electro-choques al cuerpo tendido sobre la camilla. Las enfermeras veían y pronosticaban lo sucedido. Después del tercer intento de reanimación, la chica no respondió, ya no respondería jamás. Ana ahora era otra gota de esa lluvia que llevaría su nombre a la eternidad del olvido.

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