jueves, 22 de marzo de 2018

Perversión en el Conflicto

Por: María Bedoya 
Temática libre 


‘Guerrillera’ dijo hombre que había arremetido en mi casa hace un momento, Don José me dijo que usted es la novia del comandante guerrillero del  pueblo, dígame la verdad y puede que le perdone la vida, completó, dudé unos segundos, aún estaba estupefacta por el impacto con el que el hombre entró a mi hogar, con la voz temblorosa y evidentemente nerviosa les respondí: no tengo novio, él me violó, no fue mi culpa, no pude hacer nada para evitarlo, con la cara de vagabunda que tienes no dudo que lo hayas disfrutado, dijo él, acto seguido me escupió en la cara, yo no podía dejar de temblar, tenía mucho miedo, su fusil era incluso más grande que el que llevaba el comandante el día que me desfloró.

Ya me voy a encargar de ti, puta, dijo mientras se quitaba sus botas pantaneras, antes de que pudiera pensar en algo él se despojó de toda su ropa y rasgó la mía con una rapidez increíble, me golpeó la cara, me empujó contra la pared y me penetró con una dureza implacable, no paraba de gemir, de halarme el cabello y decirme que era una puta, yo solo lloraba, los recuerdos de la violación por parte del guerrillero volvían a mi mente, no podía creer que esto estuviera sucediendo de nuevo, tal vez si era una puta, al parecer cualquiera podía poseerme cuando se le antojara, tal cual una muñeca inflable.

Después de todo mi difunta madre tenía razón, paramilitares y guerrilleros eran basura del mismo saco, por mucho tiempo creí que los primeros eran los buenos de la historia, en un pueblo donde la guerrilla mandaba a su antojo y el ejército era prácticamente inexistente, los paramilitares parecían ser los salvadores, pero en ese momento me di cuenta de lo equivocada que estaba, y los odié, los odié a todos, país de mierda,  ¿qué tan miserable tengo que ser para que estén felices? Pensaba yo para mis adentros.

De repente sentí su semen en mi rostro y me alegré porque creí que todo había acabado ahí, me agarró el cabello y empujó mi cabeza hasta golpearla con el piso, acto que hizo que perdiera mi capacidad de razonamiento, me quedé unos segundos tirada ahí sin más, hasta que dijo “mírame a la cara puta”, con nervios le hice caso, tenía su fusil en los brazos, lo acercó a mi cabeza y dijo “esto te lo ganaste por guerrillera“, yo solo cerré los ojos.

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