Temática libre
Sentado
en un hangar observo una puerta a través de la cual, por la pequeña hendija de
abajo, sale una luz intermitente. Si pudiéramos mirar a través de ella, al
final de un estrecho y vagamente iluminado pasillo, se encuentran dos hombres
sentados de frente, amarrados de pies a cabeza, mirándose fijamente a los ojos.
Una de sus manos, la dominante de cada cual, sujeta un arma (una 38 Smith &
Wesson) debajo del mentón del otro. El juego es simple de explicar, aunque no
los motivos que llevan a cada uno a participar, porque no lo sé: tal vez sea
locura disfrazada de ambición.
Hay
tres posibles desenlaces de juego: ambas armas están cargadas, solo una lo está
o ninguna. Si decides no disparar al sonido del timbre y tu arma estaba
cargada, a través de un pequeño hoyo ubicado detrás de ti, te disparan. Si no
disparas y ninguna estaba cargada, ambos mueren; no se pagan veinte millones de
dólares para tener compasión o sentir culpa. No hay lugar para el
arrepentimiento, solo un pensamiento debe habitar tu mente al entrar al cuarto:
apretar el gatillo; quizá el azar me favorezca y salga indemne y triunfante.
Seis
hombres expectantes al sonido del timbre y su consecuencia; intuyo algo de
placer morboso al ver sus caras sonrientes, pero seguramente sea mi impresión:
“caras ves, corazones no conoces” recuerdo intentando alejar el sentimiento de
desprecio hacia ellos. No dejo de mirar la hendija bajo la puerta…se escucha el
timbre, se ve un fogonazo, se escucha un disparo. La mortecina luz del pasillo
se disipó bañando la habitación de oscuridad, de sangre, de muerte.
El
director se levanta de la silla con una lámpara en mano y me invita, con voz de
mando, a seguirlo. Desconcertado obedezco, mi labor periodística lo exige. Abre
la puerta descubriendo la oscuridad del pasillo; es como estar en la entrada de
una inexplorada caverna: ansias, preocupación por el peligro, excitación por
observar lo desconocido, lo insospechado; más aún con un juego de azar.
Enciende la lámpara; camino detrás ya que el pasillo es tan angosto que no
cabemos uno al lado de otro. De repente se ilumina la escena, semejante a la de
una película gore: ambos hombres con sus cabezas estalladas por el fulminante
balazo; pero solo uno, sonriente, había ganado cuarenta millones de dólares, el
precio de dos ambiciosas vidas.
me encanto este cuento la forma como ilustra los detalles me transporta
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