viernes, 23 de marzo de 2018

Natura

Por Stiven Espinosa Zapata
Temática libre


Después de recorrer un mundo de travesías y un sinfín de sucesos, el osado aventurero con el brillo en los ojos regresó cabizbajo. En su partida no supe lo que buscaba fuera mis dominios, pero en su retorno le fue más fácil encontrarme. Le pregunté sobre lo que estaba buscando.

—Busco el apoyo del poder de los dioses —. Su mirada estaba desecha por el cansancio y la decepción.

—Soy un dios por la vastedad que puedo controlar —le dije luego de escuchar las razones por las que emprendió su trágica senda.

—No te vi siendo dueño de la grandeza de este mundo, parece que hay otros más grandes que tú.

—Sólo hay uno más grande que yo y que todos, y es este mundo—. Al final no supe si lo comprendió, pero el mensaje le fue dado. Creer que este mundo es de un dios tempestuoso, o que la tempestad es debido al dios, es creer que los planos abnegados por el río son poder de los hombres.

Soy dios porque regulo donde viven los hombres. Pero diosa es la naturaleza, incontenible en su totalidad, que necesita de varios dioses que estén prestos a cuidar de sus pequeñas creaciones. La tempestad en el cielo y en el mar, los desastrosos vientos y luego ver la montañas explotar, no es muestra de nuestro poder, sino de nuestra debilidad, soy dios en lo que puedo controlar.

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