martes, 20 de marzo de 2018

El Sueño

Por Juan Camilo Lee Penagos
Temática libre


Se había cambiado a veterinaria para escapar de las matemáticas, y por un amor viejo hacia los animales. Había sido criado a las afueras de la ciudad, en una zona prácticamente rural, y en su casa siempre hubo perros. Tenían un patio grande, sin árboles, en donde llegaron una vez a guardar el caballo de un vecino, que se había quedado sin establo por una inundación. Tuvo una perra que iba con él a la escuela, y lo esperaba echada sobre su barriga de pelos blancos a la entrada del salón de clases, relamiéndose las patas y ladrando a los niños que pasaban corriendo en el descanso de secundaria. La fundadora de la escuela era muy amiga de su madre, y por eso le acolitaban que llevaran su mascota a clase. Cuando había izada de bandera, la perra no ladraba y se sentaba con mucha dignidad sobre sus dos patas traseras, levantaba el hocico, sacando el pecho, y permanecía inmóvil durante la ceremonia. En el himno aullaba. Su muerte, bajo la llanta de un auto que se dirigía a la ciudad a toda velocidad por la carretera, era uno de sus recuerdos más dolorosos: había visto cómo su amada mascota se convertía, en solo unos instantes, en un amasijo de tripas y cuero esparcidos contra el asfalto. Vio la panza explotar como una burbuja llena de sangre, y sintió, con el chillido de la perrita, una corriente eléctrica entre su pelvis y su garganta. Esta se cerró al instante por la angustia y él no pudo llorar.

Visto en cámara lenta, el evento de un perro aplastado contra la carretera es grotesco y curioso al mismo tiempo: los movimientos desesperados del animal debajo de la máquina que lo arrolla; la manera en que el peso del automóvil va contorsionando las extremidades hasta hacerlo pasar en cuestión de segundos a través de varias posturas imposibles; la cantidad de explosiones y quiebres internos; la transformación de su inherente cualidad tridimensional en una mancha bidimensional en el asfalto. Todas estas imágenes fueron soñadas por él durante un par de semanas después del incidente. Esto tenía, sin duda, dos causas: haber presenciado el atropellamiento y haber visto el programa de cámara ultralenta en Discovery Channel.

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