Temática libre
La
cafetería de enfrente vendía un café amargo, pero no del amargo del grano, sino
del de máquina vieja, y las mesas a veces cojeaban; sin embargo, la música era
buena y los manteles estaban limpios. Era una buena opción. El camino parecía
eterno, pero un silencio incómodo bastó para que se encontraran en el lugar. Se
sentaron y pidieron un par de cafés.
—
Odio cuando te quedas así, en silencio. ¡Responde! ¡Di algo!
—Siempre
es lo mismo: abres dos sobres de azúcar, los dejas abiertos al lado de tu taza
y con un mezclador revuelves el café, así, sin nada, en un acto inútil... ¿A
qué quieres que responda?
—Por
momentos te vas de este mundo. Después de unos segundos, me alzas a ver y es
como si el tiempo no hubiera pasado, como si no hubiera dicho nada.
—Antes
todo contigo era aleatorio. No hacía falta prestar atención. Creo que eso fue
lo que me llamó la atención en un principio. ¿Recuerdas? Caminábamos,
corríamos, tú decías algo y yo inmediatamente respondía que sí. Cigarrillo: sí.
Cerveza: sí. Café: sí. Película: sí. Para mí no había otro futuro que no fuera
el de tus deseos sin propósito.
—Para
ti la vida era una constante afirmación. No hay emoción en eso. Imagina: un sí
en pasado, un sí en presente y un sí futuro. Pero ya no puedo más. Tiene que
terminar.
—
Sí, lo acepto, siempre fui complaciente, no porque quisiera darte gusto a mi
pesar: sencillamente soy así. Tú me conoces, me gusta la música suave y el vino
caliente, un cigarrillo de vez en cuando y el café con leche. Soy así,
sencillo, sin misterios... ¿Terminar qué? Lo único que queda entre nosotros es esta
mesa que cojea cada vez que revuelves tu café. Sobre ella dos tazas, una caja
con mezcladores, otra con sobres de azúcar y tu mano derecha que arruga la esquina
del mantel. Tras este café solo resta el final.
—Mírame.
Aún te quiero. Todo es confuso… Solo son recuerdos.
Un
par de sorbos más fueron suficientes para dar fin al encuentro. Un movimiento
brusco de la mano para sacar el dinero de la cuenta fue la señal de despedida.
El
dinero, la caja con el azúcar, el recipiente de los mezcladores, dos tazas
vacías, un adiós perene y un aún—te—quiero era todo lo que quedaba sobre la
mesa que ya no cojeaba.
excelente, describir de manera tan plausible un encuentro entre dos personas. felicitaciones
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