viernes, 23 de marzo de 2018

La Despedida

Por Alexander Jaramillo Rivera
Temática libre


La cafetería de enfrente vendía un café amargo, pero no del amargo del grano, sino del de máquina vieja, y las mesas a veces cojeaban; sin embargo, la música era buena y los manteles estaban limpios. Era una buena opción. El camino parecía eterno, pero un silencio incómodo bastó para que se encontraran en el lugar. Se sentaron y pidieron un par de cafés. 

— Odio cuando te quedas así, en silencio. ¡Responde! ¡Di algo!

—Siempre es lo mismo: abres dos sobres de azúcar, los dejas abiertos al lado de tu taza y con un mezclador revuelves el café, así, sin nada, en un acto inútil... ¿A qué quieres que responda?

—Por momentos te vas de este mundo. Después de unos segundos, me alzas a ver y es como si el tiempo no hubiera pasado, como si no hubiera dicho nada.  

—Antes todo contigo era aleatorio. No hacía falta prestar atención. Creo que eso fue lo que me llamó la atención en un principio. ¿Recuerdas? Caminábamos, corríamos, tú decías algo y yo inmediatamente respondía que sí. Cigarrillo: sí. Cerveza: sí. Café: sí. Película: sí. Para mí no había otro futuro que no fuera el de tus deseos sin propósito.

—Para ti la vida era una constante afirmación. No hay emoción en eso. Imagina: un sí en pasado, un sí en presente y un sí futuro. Pero ya no puedo más. Tiene que terminar. 

— Sí, lo acepto, siempre fui complaciente, no porque quisiera darte gusto a mi pesar: sencillamente soy así. Tú me conoces, me gusta la música suave y el vino caliente, un cigarrillo de vez en cuando y el café con leche. Soy así, sencillo, sin misterios... ¿Terminar qué? Lo único que queda entre nosotros es esta mesa que cojea cada vez que revuelves tu café. Sobre ella dos tazas, una caja con mezcladores, otra con sobres de azúcar y tu mano derecha que arruga la esquina del mantel. Tras este café solo resta el final.

—Mírame. Aún te quiero. Todo es confuso… Solo son recuerdos.

Un par de sorbos más fueron suficientes para dar fin al encuentro. Un movimiento brusco de la mano para sacar el dinero de la cuenta fue la señal de despedida.

El dinero, la caja con el azúcar, el recipiente de los mezcladores, dos tazas vacías, un adiós perene y un aún—te—quiero era todo lo que quedaba sobre la mesa que ya no cojeaba.    

1 comentario:

  1. excelente, describir de manera tan plausible un encuentro entre dos personas. felicitaciones

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