viernes, 23 de marzo de 2018

¡Ayuda!

Por Kevin García Castro
Temática libre


Se me acabó el vino. La sobriedad prolongada me enloquecerá más rápido de lo que pensaba. El maldito teléfono de mesa no ha parado de sonar. Ya he oído golpes en la puerta y la voz de alguien gritando mi nombre. No creo que sean ilusiones; después de tantos días de encierro lo más probable es que me hayan estado buscando. No sé si escribo esto por simple voluntad, pero prefiero hacerlo para darme cuenta de que aún no he perdido la cordura.

Hace poco encontré un libro de hojas gastadas en mi biblioteca personal, un poco roídas por el comején que probablemente está carcomiendo el resto de los libros. Cuando comencé a ojear sus páginas me di cuenta que estaba escrito a mano y con tinta negra, que era de una caligrafía bastante buena, pero que no tenía título ni autor; se parecía más a un viejo diario personal. Mi martirio comenzó al leerlo. Noté que relataba en tercera persona y con asombroso detalle cada uno de los episodios de mi vida: mi niñez, mi adolescencia, mi familia, mis amigos, hasta mis recuerdos más reservados..., ¡todo! ¡Mi vida entera aparece retratada en el bendito texto! No sé quién demonios lo escribió. No recuerdo haber escrito algo parecido jamás, mucho menos relatar mi vida. Pienso que es imposible que alguien pueda conocerme tan bien, tanto como para escribir con severa coherencia mi pasado y revolcar todos mis recuerdos, además, a nadie le he contado semejantes cosas. Parece un maldito sueño. Lo peor de todo es que no he terminado de leerlo: me falta una página. Sé que es la última porque leo la palabra “fin”, centrada y en mayúscula, al terminar la hoja. Siento como si el escritor hubiera descansado después de una insaciable labor, como si comprimiera todo su vocabulario y sus fuerzas para culminar ese texto con un golpe de gracia, tan certero y fulminante como esa simple palabra de tres letras. Pero no me atrevo a seguir leyendo, porque el párrafo en el que voy predice exactamente estos días de paranoia y desesperación que estoy viviendo. Temo a que esa última página relate el final de mi cordura, o la sentencia de mi vida. Pero tengo que terminar con esto, cuando decida leer la última página y resuelva esta inquietud que me carcome como esos insectos lo han hecho con mis libros.

Si está leyendo o escuchando esto, dese cuenta de que tal vez hayan sido mis últimas palabras y ya nadie pueda hacer algo por mí, quizá sea lo mismo que el autor de ese texto quería que yo escribiera. En ese caso, usted ya también hace parte del final de mi historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario