El Viejo

Por Jaider Esteban Salazar Cardona
Temática libre

Sentado, viendo las telenovelas que muestran los canales locales en la tarde, intenta olvidar los dolores que arrastran sus pies. Las rodillas no ayudan y han cobrado la factura de sus extenuantes trabajos en las montañas del suroeste antioqueño, la circulación sanguínea mostraba los descuidos de un ser humano que a diario intentaba sobrevivir. Sus manos temblaban. Él ya había olvidado en qué momento había perdido la precisión de sus sentidos. Estaba viejo. Viejo y terriblemente solitario.

Cuando era joven nunca se imaginó llegar a ese estado de detrimento, donde lo que muchos temen se había reunido para mostrarle que la vida no es de justicias y de injusticias, era simplemente una cadena de sucesos y decisiones cuyo punto de partida era su lugar de origen y las condiciones económicas con las que se crio. El viejo no se lamentaba de estar solo, se lamentaba era de no haber aprovechado las oportunidades de experimentar amores, viajes, vivencias. Sólo se la pasaba trabajando, recogiendo café en temporadas y cuando no era así trabajaba en construcción. Ayudaba a su madre desde que la diabetes le había hecho perder la visión y ella no tenía más que su casa y su hijo para vivir.

Ayudar a su madre era lo más importante. Nada le faltaba, pero tampoco nada le sobraba y así vivía feliz. Su madre duró más de lo que él calculó. Cuando ella falleció él ya estaba llegando a los 60 años. Había perdido su juventud- Los pocos amigos que consiguió en su trabajo fueron muriendo y, al final, no tenía más que la casa que había heredado.

Recordó que tuvo oportunidades en el amor. En una ocasión en el parque de Ciudad Bolívar, uno de los pueblos cafeteros en los que trabajaba, apareció una mujer trigueña con sonrisa de naranja y ojos grandes, de los que se maravillan con el mundo. Se cruzaron sonrisas y se perdieron en las miradas, intentando entender sus almas, amándose desde los símbolos. Pero él escapó de ese instante fatal donde se pudo haber iniciado un camino que lo hubiese llevado a un momento diferente al que se encontraba. Así mismo habían pasado unas cuatro ocasiones, donde encontraba mujeres con detalles que lo hacían perderse en ellas, pero huía sin saber la razón. Quizás fuese el misterio que cada mujer envuelve o quizás lo medido de sus bolsillos y la necesidad adquirida con su madre. Pudo haber sido lo anterior o muchas otras razones más que utilizaba como excusas.

El viejo se levantó arrastrando su lumbalgia, esperando que llegara la caridad de la parroquia para seguir sobreviviendo.