miércoles, 21 de marzo de 2018

Evocación

Por Paula Ladino Montilla
Temática libre


Deslumbrado por el resplandor de tu rostro, en la inmensa oscuridad en la que habitas, me inquieta la mirada ausente que reconozco a la distancia. Con la corriente sigilosa de tu voz, tocas la delicada superficie de mi ser, dejando la sensación de un adiós inevitable. El recorrido que nos trajo a estar de frente, pronto dará su último aliento y será imposible decirlo todo. La esperanza de encontrarnos de nuevo, sofoca mi conciencia dormida, pues no encuentro palabra alguna que describa la agonía de este vaivén que se repite sin cesar, sin fecha de caducidad, y que finalmente hace que te marches sin decirme adiós.

Reconozco la furia que corre por mi torrente, al descubrir que sin esfuerzo controlas la corriente de aquel que moja mis pies desnudos; son celos, lo sé, él puede entenderte sin mayor esfuerzo, mientras yo me ahogo al intentar sin éxito, que te fijes en mí.

Pero me niego a dejarte, a pretender que no existes, pues en el silencio de nuestra soledad evoco tu rostro, profundo y cambiante, con la esperanza que dejes la comodidad de tu espacio infinito, para posarte sin reservas en la llanura que te ofrezco.

Culparé al destino por impedir nuestro amor, culparé al sol por apagar tu luz, me culparé a mí misma por dejarte ir. Y será ese mi castigo, pasar el resto de mis días sin que descubras la belleza de lo que siento por ti, acercándome cada vez más al misterio de tu ser, descifrando las palabras que debo decirte al llegar el alba, para que puedas poseer algo de mí.

Cuando mi alma finalmente se encuentre con la esencia de lo que eres, se fijará en el calendario una fecha inequívoca, a la hora de su crepúsculo. No antes, tampoco después, y tal vez para ese entonces, tenga clara la frase inconclusa que fuimos, el deseo perdido de dos que nacieron para nunca más estar juntos.

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